15 DE NOVIEMBRE DE 2022
EDITORIAL. UN VECINO INCOMODO
Sería absurdo no reconocer que la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de hacer girar 180º la política que había mantenido España con respecto a su antigua colonia de Sahara supuso una mejoría importante de las relaciones con Marruecos, que atravesaban entonces una de sus frecuentes y profundos crisis.
Pero también sería alejarse de la realidad pensar que la luna de miel que inicia el ministro José Manuel Albars, se iba a prolongar por tiempo indefinido.
España está condenada a tener un vecino incómodo en el Sur por razones geográficas, históricas y geopolíticas.
Además, hay que contar con el factor de las estrategias de política interna y externa en cada momento considera aplicar la camarilla que rodea a Mohamed VI.
La carta dirigida por el Gobierno de Rabat a un organismo de Naciones Unidas en la que niegue la existencia de fronteras terrestres entre Marruecos y España y en la que considera Melilla como un presidio ocupado responde plenamente en lo que nos tiene acostumbrados la monarquía alauí.
En este caso hay un componente añadido: La carta se refiere a las graves incidentes que ocurrieron en la frontera de Melilla en junio de 2022 en los que la Policía marroquí se emplea con gran violencia contra migrantes subsaharianos en la valle fronteriza. La presión sobre Ceuta y Melilla ha sido una constante de las complicados relaciones entre los dos países durante décadas.
Rabat utiliza esta presión para calmar tensiones internas y manipular a su opinión pública. Todo apunta a que le seguirá haciendo.
El Gobierno español puede hacer más que reivindicar la plena españolidad de los dos ciudades cada vez que se plantea la cuestión. Debe poner en marcha acciones que redunden a su desarrollo económico de forma que están plenamente integrados en el tejido productivo y social nacional.
Que Ceuta y Melilla están a la cola de indicadores de bienestar y riqueza de argumento a Marruecos.
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