El Romeral de Alhaurin

sábado, 3 de marzo de 2018

PSICOEDUCACION EN EL TRASTORNO BIPOLAR (IX)

CAPITULO I PSICOEDUCACIÓN FAMILIAR EN EL TRASTORNO BIPOLAR
Por María Reinares. Psicóloga. Programa de Trastornos Bipolares. Hospital Clinic de Barcelona. IDIBAPS.
El trastorno bipolar ocupa el sexto lugar entre las enfermedades físicas y psíquicas más discapacitantes (López y Murray, 1998). A pesar de la eficacia del tratamiento farmacológico, muchos pacientes abandonan la medición y otros siguen presentando recaídas aunque lleven a cabo una buena adherencia terapéutica (Colom y col., 2000). Todo ello contribuye a un empeoramiento de la enfermedad cuyas consecuencias se traducen en dificultades sociolaborales (Coryell y col., 1993; MacQueen y cols., 2001; Goldberg and Harrow, 2004), problemas económicos (Kleinman y cols., 2003), familiares (Brodie and Leff, 1971; Kessler y cols., 2003), abuso de tóxicos (Kessler y cols., 1996; Levin and Hennessy, 2004), déficits neuropsicológicos (Martínez-Arán y cols., 2004) y un elevado riesgo de suicidio (Isometsa y cols., 1994; Hawton y cols., 2005). Incluso durante los períodos de eutimia un alto porcentaje de pacientes presenta síntomas residuales (Fava, 1999; Judd y cols., 2002) y es frecuente que la recuperación sintomática de los pacientes no siempre se acompañe de su recuperación funcional (Tohen y cols., 2000). Los propios pacientes destacan la interferencia de la enfermedad sobre su calidad de vida tanto dentro como fuera del ámbito familiar (Morselli y cols., 2004).
El trastorno bipolar no sólo afecta al paciente que lo padece sino también a las personas con las que convive, éstos también sufren las consecuencias de la enfermedad y a menudo acaban adoptando la función de cuidadores. De esta situación se deriva una clara demanda por parte de las familias de recibir más información sobre el trastorno y sobre las estrategias de afrontamiento adecuadas. Resulta evidente que trastorno bipolar y funcionamiento familiar (Morselli y cols., 2004).
El trastorno bipolar no sólo afecta al paciente que lo padece sino también a las personas con las que convive, éstos también sufren las consecuencias de la enfermedad y a menudo acaban adoptando la función de cuidadores. De esta situación se deriva una clara demanda por una parte de las familias de recibir más información sobre el trastorno y sobre las estrategias de afrontamiento adecuadas. Resulta evidente que trastorno bipolar y funcionamiento familiar se influyen mutuamente. Algunos estudios han relacionado determinadas actitudes familiares, concretamente la alta emoción expresada (Priebe y cols., 1989; Honig y cols., 1995, 1997; Mino y cols., 2001), el estilo afectivo negativo (Miklowitz y cols., 1988), con el empeoramiento del curso de la enfermedad. Progresivamente dichos estudios se han complementado con aquellos que han evaluado el impacto de la enfermedad sobre los propios familiares (Reinares y Vieta, 2004).

La importancia del estrés ambiental en la evolución del trastorno bipolar, la carga experimentada por los familiares que conviven con el paciente y la demanda de las familias de recibir más información sobre el trastorno y sus estrategias de afrontamiento son algunas de las razones que fundamentan la introducción de intervenciones psicoeducativas centradas en la familia del paciente bipolar (Reinares y cols., 2002).

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