CAPITULO
I PSICOEDUCACIÓN FAMILIAR EN EL TRASTORNO BIPOLAR
Por María
Reinares. Psicóloga. Programa de Trastornos Bipolares. Hospital Clinic de
Barcelona. IDIBAPS.
El
trastorno bipolar ocupa el sexto lugar entre las enfermedades físicas y
psíquicas más discapacitantes (López y Murray, 1998). A pesar de la eficacia
del tratamiento farmacológico, muchos pacientes abandonan la medición y otros
siguen presentando recaídas aunque lleven a cabo una buena adherencia
terapéutica (Colom y col., 2000). Todo ello contribuye a un empeoramiento de la
enfermedad cuyas consecuencias se traducen en dificultades sociolaborales
(Coryell y col., 1993; MacQueen y cols., 2001; Goldberg and Harrow, 2004),
problemas económicos (Kleinman y cols., 2003), familiares (Brodie and Leff,
1971; Kessler y cols., 2003), abuso de tóxicos (Kessler y cols., 1996; Levin
and Hennessy, 2004), déficits neuropsicológicos (Martínez-Arán y cols., 2004) y
un elevado riesgo de suicidio (Isometsa y cols., 1994; Hawton y cols., 2005).
Incluso durante los períodos de eutimia un alto porcentaje de pacientes
presenta síntomas residuales (Fava, 1999; Judd y cols., 2002) y es frecuente
que la recuperación sintomática de los pacientes no siempre se acompañe de su
recuperación funcional (Tohen y cols., 2000). Los propios pacientes destacan la
interferencia de la enfermedad sobre su calidad de vida tanto dentro como fuera
del ámbito familiar (Morselli y cols., 2004).
El
trastorno bipolar no sólo afecta al paciente que lo padece sino también a las
personas con las que convive, éstos también sufren las consecuencias de la
enfermedad y a menudo acaban adoptando la función de cuidadores. De esta
situación se deriva una clara demanda por parte de las familias de recibir más
información sobre el trastorno y sobre las estrategias de afrontamiento
adecuadas. Resulta evidente que trastorno bipolar y funcionamiento familiar
(Morselli y cols., 2004).
El
trastorno bipolar no sólo afecta al paciente que lo padece sino también a las
personas con las que convive, éstos también sufren las consecuencias de la
enfermedad y a menudo acaban adoptando la función de cuidadores. De esta
situación se deriva una clara demanda por una parte de las familias de recibir
más información sobre el trastorno y sobre las estrategias de afrontamiento
adecuadas. Resulta evidente que trastorno bipolar y funcionamiento familiar se
influyen mutuamente. Algunos estudios han relacionado determinadas actitudes
familiares, concretamente la alta emoción expresada (Priebe y cols., 1989;
Honig y cols., 1995, 1997; Mino y cols., 2001), el estilo afectivo negativo
(Miklowitz y cols., 1988), con el empeoramiento del curso de la enfermedad.
Progresivamente dichos estudios se han complementado con aquellos que han
evaluado el impacto de la enfermedad sobre los propios familiares (Reinares y
Vieta, 2004).
La
importancia del estrés ambiental en la evolución del trastorno bipolar, la
carga experimentada por los familiares que conviven con el paciente y la
demanda de las familias de recibir más información sobre el trastorno y sus
estrategias de afrontamiento son algunas de las razones que fundamentan la
introducción de intervenciones psicoeducativas centradas en la familia del
paciente bipolar (Reinares y cols., 2002).
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