Dore y
Romans (2001) destacaron el impacto que la convivencia con pacientes bipolares
tenía sobre los cuidadores, afectando a su vida laboral, su situación
económica, aspectos legales, relaciones de pareja, crianza de los hijos,
relaciones sociales y actividades de ocio. La mayoría de cuidadores referían un
elevado nivel de estrés. La conducta agresiva o violenta, los gastos
impulsivos, el humor depresivo y las ideas o actos suicidas son algunas de las
conductas que se han asociado a un mayor nivel de carga (Targum y cols., 1981;
Dore y Romans, 2001).
Previamente,
Perlick y cols. (1999), en un estudio de familias de 266 sujetos bipolares y
esquizoafectivos, concluyeron que el 93% de familiares referían estrés moderado
o elevado asociado a los síntomas del paciente, la disfunción del
funcionamiento diario o los efectos de la enfermedad del paciente sobre la
actividad laboral o de ocio del familiar. Las creencias de los familiares
explicaban el 18-28% de la carga experimentada y ésta era superior en aquellos
que atribuían al paciente la capacidad de controlar sus síntomas y en aquellos
que se veían sin ningún tipo de control sobre la conducta del paciente. La influencia
de las atribuciones en la percepción de la carga constituye una razón más para
remarcar la importancia de las intervenciones de tipo psicoeducativo que
pretenden instruir a los familiares sobre la enfermedad y orientarles en las
formas de afrontamiento de la misma.
Junto
a los mencionados, son diversos los estudios que han hallado tasas elevadas de
carga experimentada por familiares de pacientes con trastorno bipolar (Targum y
cols., 1981; Fadden y cols., 1987; Chakrabarti y cols., 1992; Lam y cols.,
2005) que indicaban que la carga del cuidador podía predecir la evolución
clínica de pacientes con trastorno bipolar.
En un
trabajo reciente hemos observado un nivel de estrés moderado en los familiares
de pacientes bipolares eutímicos en relación a las conductas del paciente (las
que más preocupación generaban eran la presencia de hiperactividad,
irritabilidad y retraimiento), su desempeño funcional (especialmente a nivel
sociolaboral) y los efectos adversos que la enfermedad había tenido sobre los miembros
de la familia (destacando especialmente la repercusión en su salud emocional y
en el funcionamiento general de los familiares). Al analizar qué variables
relacionadas con la enfermedad contribuían a explicar la carga subjetiva se
observó que en ésta influía un funcionamiento sociolaboral deficiente, la
presencia de episodios en los últimos dos años, la historia de ciclación rápida
y el hecho de que el cuidador se responsabilizara de la administración de la
medicación (Reinares y cols., en prensa). Otros autores han señalado que la
enfermedad prolongada y altos niveles de alteración funcional en los pacientes
(Chakrabarti y cols., 1992), las creencias sobre la enfermedad (Perlick y cols.,
1992) y los estilos de afrontamiento (Webb y cols., 1998; Chakrabarti y Gill,
2002) podían afectar al nivel de carga percibida por los familiares.
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