FAMILIA
Y TRASTORNO BIPOLAR
Cada
episodio de la enfermedad representa un acontecimiento estresante para todos
los miembros de la familia, alterando el equilibrio familiar y pudiendo generar
cambios en los roles y conductas de los distintos componentes (Moltz, 1993).
Todo ello supone un esfuerzo constante de adaptar las estrategias de
afrontamiento en función del momento de la enfermedad. La negación, la ira, la
ambivalencia y la ansiedad (Goodwin y Jamison, 1990) son algunas de las
reacciones que experimentan pacientes y familiares sobre todo al inicio de la enfermedad
y, como tales, deberían ser exploradas. Incluso durante períodos de estabilidad
es frecuente que estén presentes los temores ante futuras recaídas. Estos
temores pueden derivar en una elevada hipervigilancia hacia el paciente lo cual
puede llevar a interpretar todo tipo de emoción como patológica. En otras
ocasiones lo que destaca es la negación de la enfermedad pudiendo dar lugar a
actitudes críticas hacia el paciente al atribuir conductas sintomáticas a la
voluntad o personalidad del mismo. Ambas posturas son contraproducentes y
conviene tenerlas presentes en el trabajo con familias (Miklowitz y Goldstein,
1997). A su vez, pacientes y familiares deben convivir con el estigma que en
nuestra sociedad aún se asocia a las enfermedades mentales.
TRASTORNO
BIPOLAR Y CARGA FAMILIAR
La
carga familiar hace referencia a las alteraciones que se han producido en la
vida de los familiares como consecuencia de la enfermedad del paciente. El
concepto de carga familiar cobra fuerza principalmente a partir de la
progresiva deinstitucionalización de pacientes con patología psiquiátrica lo
cual supuso para muchas familias la adopción de un nuevo rol, la función de
cuidadores. Los familiares suelen ser los primeros en detectar las señales de
recaída, especialmente en los episodios maniformes, y quienes se
responsabilizan del paciente cuando éste no tiene conciencia de enfermedad o
los que acaban conviviendo con la sintomatología subclínica que puede presentar
el paciente tras la hospitalización (Reinares y Vieta, 2004). A su vez, el rol
de cuidador es muy demandante, altamente estresante y repercute en la calidad
de la vida de los familiars (Strueing y cols., 2001). Son escasos los estudios
que se han centrado en la carga de los cuidadores de pacientes con trastorno
bipolar, según Chakrabarti y cols. 1992 esto puede ser debido en parte a la
naturaleza episódica de los trastornos afectivos y a la creencia errónea de
que, a diferencia de la esquizofrenia, los trastornos afectivos no suponen un
empeoramiento crónico o funcional.
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