Publicación Sociocultural desde Alhaurín
el Grande. Año IV. Núm. 10. FEBRERO-MARZO 2005
Valle del Guadalhorce, Tierra de Miel y
Sol, de Luz y Color y de Gente Trabajadora
DIEGO FERNANDEZ DE MEDINA Y LA FUNDACION DE LA
ERMITA DE SAN GAUDENCIO MARTIR. APROXIMACION HISTORICO-ARTISTICA A LA
CONSTRUCCION DE UN EDIFICIO RELIGIOSO EN LA TRANSICION ENTRE LOS SIGLOS XVIII Y
XIX (I)
SALVADOR DAVID PÉREZ GONZALEZ.
Licenciado
en Historia, Doctor en Historia y Experto Universitario en Patrimonio y Gestión
Cultural
La presencia de antepasados de Diego
Fernández de Medina en Alhaurín El Grande está constatada ya desde época casi
tan temprana como la propia incorporación de la villa a la Corona. Procedentes
de Extremadura, Rodrigo Alonso Fernández Cortés y Bárbara Gónzalez García,
naturales de Ciudad Rodrigo y la Rivera, respectivamente, se instalaron en
nuestra localidad, constando el nombre del primero en la reforma de los
Repartimientos de 1492. Otra rama de esta misma familia la encontramos en época
coetánea Mijas, lugar donde se encontraba avecindado Diego Fernández de
Zalamea, padre del anteriormente citado Rodrigo Alonso.
La antigüedad e hidalguía de linaje,
así como la condición de descendientes de los ganadores de la villa es un hecho del que se muestran especialmente
orgullosos algunos de los miembros de la familia Fernández de Medina, que no
dudan en proclamarla en numerosos documentos públicos fechados en el siglo
XVIII, mostrándonos la mentalidad de la
época y la importancia que conceptos como el de la limpieza de sangre tenían para los hombre de la Edad Moderna.
Diego Fernández de Medina nació en
Alhaurín El Grande en 17251, en un ámbito cultural y económico
propios de los de una familia hidalga dedicada a la explotación agropecuaria en
el marco de la Andalucía de la Edad Moderna.
Hijo del matrimonio formado por
Antonio Nicolas Fernández de Medina y de Ana Rosalía Sánchez Martín sus
primeros pasos lo encaminaron hacia el Convento de Santo Domingo de Málaga,
donde realizó sus primeros estudios. Muy posiblemente, la relación familiar
existente con el presbítero alhaurino Francisco Fernández de Medina (con quien
mantuvo un fuerte, aunque a veces tenso vínculo a lo largo de toda su vida)
tuvo una vital importancia en la elección de la carrera eclesiástica del joven
Diego Fernández de Medina2.
Gracias a un certificado de bautismo
que expide en Málaga en 1757, conservado en el Archivo Catedraliceo, sabemos
que en dicho año ocupaba el cargo de Teniente de Cura de la Parroquia de los
Santos Mártires. Su relación con la ciudad durante estos años será muy
estrecha, apareciendo su nombre vinculado a entidades religiosas como las de la
Santa Escuela de Cristo de la Iglesia de San Felipe Neri (de la que ocupó el
cargo de Obediencia en 1759), el Convento de Carmelitas Descalzas de San José,
o los Stª Mª de Ángeles y Santo Domingo (de los que era síndico)3.
En el propio ámbito de la Parroquia de los Santos Mártires, donde como hemos
visto desorrallaba su ministerio, fue miembro de las Hermandades de los Dolores
y el Rosario de la Concepción y Remedios, habiendo sido Hermano Mayor de ambas
corporaciones e incluso fundador de la segunda de ellas.
Tras su estancia en Málaga se traslará
a Almachar, pueblo del que será párroco dos años y más tarde a Riogordo (en el
que ocupará el curato durante diez). Su siguiente destino, será la localidad
costera de Benalmádena, villa en la que permancerá al frente de la Iglesia de
Santo Domingo entre octubre de 1771 y abril de 1780, fecha en la que ascendió a
uno de los Beneficios de la Parroquia de Alhaurín El Grande.
Su labor en nuestra localidad será
especialmente fructífera, realiando numerosas actuaciones redundaron en
beneficio de la población. Tal vez la más destacada fuera la de donar la casa
que le correspondía por su cargo, junto a la Iglesia de Ntrª Srª de la
Encarnación para que fuera utilizadda como cementerio.
Diego Fernández de Medina fue
nombrado sucesor del mayorazgo fundado por su tío Francisco Fernández de Medina
en 1776, si bien con carácter provisional, cargo en el que permanecerá hasta el
17 de julio de 1804 firma documento en el que cede este cargo a D. Manuel Gómez
Fernández Santaella.
Los años van pasando y la debilidad
física del clérigo crece. El 14 de abril de 1793 llegó incluso a tomar los
sacramentos y a otorgar un testamento del que lamentablemente nada nos ha
quedado. A pesar de esto la abundante documentación generada por él nos muestra
que aún a tan avanzada edad su presencia en la vida de la localidad y en sus
asuntos y negocios familiares era muy importante y activa.
Su muerte debió acaecer entre 1811 y
octubre de 1813, momento en el que tenemos constancia de que Francisco Marzo y
Torres (otro destacado sacerdote alhaurino), ocupaba ya el cargo de Beneficiado
más antiguo de la Iglesia Parroquial, que durante tantos años estuvo en
posesión de Diego Fernández de Medina.
La Ermita
de San Gaudencio Mártir de Alhaurín El Grande
El Papa
Pío VI concedió a Diego Fernández de Medina mediante una Bula el cuerpo
incorrupto de San Gaudencio, soldado de una cohorte romana que vivió durante el
mandato de los emperadores Diocleciano y Maximino, siendo martirizado y
enterrado en las catacumbas del Pontiano. El cuerpo, vestido ricamente salió de
Roma al mismo tiempo que otros tres mártires destinados al príncipe de Parma,
al arzobispo de Milán y a una hermana del rey de Francia4.
Costeados
los gastos del traslado por Diego Fernández de Medina la reliquia llegaría a la
villa en el año 1790, permaneciendo guardada en el oratorio privado situado en
su vivienda junto a una imagen de Ntrª Srª de los Dolores y otros objetos
religiosos. Sin embargo, la determinación de construir una Ermita en la que
venerar las reliquias del Santo le llevó a destinar un solar de su propiead
para este fin. Sobre un solar de forma rectagular, con unas dimensiones
aproximadas de 15x4,45 metros (dieciocho varas de longitud y
seis y media de anchura, según consta en la documentación consultada) ubicado en la intercesión de calles Real y
Cruz se levantará el edificio.
Para el exorno de la Ermita, Fernández
de Medina dejó en su testamento de 17935 todas las reliquias y alhajas que yo tengo en dicho oratorio
prohibiendo expresamente que se destinasen para otra Iglesia. El documento nos
deja descrita la estructura interior. El Altar Mayor estaría presidido por
Virgen de los Dolores de su oratorio, que debía ser colocada en un camarinsito desentemente y sin mucho costo
bajo el que se situaría el cuerpo de San Gaudencio. El panorama iconográfico de
este espacio sería completado por un Crucificado.
Las imágenes de Santa Teresa y Santa
Antonio de Padua se situarían en los laterales del edificio en retablos de repisa, así como una
reliquia de Lignum Crucis. Asimismo, el edificio contaba para su adorno con dos
pinturas de San Cayetano y San Dionisio y tres láminas de cobre una con la cara del Salvador y la otra de
Santa Teresa su retrato y otra (…) de San Antonio de Padua.
De entre
los demás objetos que donó el religioso destacaremos dos alfombras, dos
candelabros de plata (cuyo peso cifra el testamento en más de
tres libras), la campana para la espadaña
(gravada con el nombre de San Gaudencio, titular de la Ermita) y un órgano
destinado a las funciones religiosas.
Dentro del campo de los destinados exclusivamente para uso litúrgico dotó al
nuevo templo de numeroso vestuario de altar, casullas y un juego de cáliz,
campanilla y vinagrera (éstos últimos, todos de plata).
Para el
cuidado de la capilla, Diego Fernández de Medina instituirá la figura del
patrono, encargado de culto del Santo, Aseo Y Limpieza desu
Altar, y elaseyte dela Lampara. El cargo
conllevaría el derecho a habitar la casa contigua a la Ermita, junto a una
renta de mil reales (que debían emplearse en mantener el culto del edificio).
Una de las principales facultades del patrono era la de designar a su sucesor,
de manera que el puesto debía quedar siempre dentro de la familia Fernández.
Bajo la reliquia del Mártir se
encontraba la bóveda de los patronos, pequeño espacio al que se accedía por una
pequeña escalerilla de metro y medio situada detrás del altar mayor. A
principios del siglo XX existían en la bóveda cuatro nichos6, sin
que desgraciadamente podamos dar más detalles. Resulta relativamente curiosa la
construcción de una bóveda para enterramientos en 1793 cuando ya desde el
reinado de Carlos III se había efectuado la prohibición de enterrar cuerpos en
el interior de los templos, hecho que debería hacernos reflexionar acerca de la
escasa efectividad de determinadas medidas tomadas por la Corona.
La peculiar situación de pequeño
templo, concebido como privado y comunicado con la casa del patrono facilitaría
peculiaridades en su diseño. La más curiosa, tal vez fuera la construcción e un
coro o tribuna asistir a la misa en una situación privilegiada. En este mismo
espacio se ubicaría también un órgano para el servicio de funciones religiosas
y una escalera de madera que se comunicaba a la nave del templo. El coste de la
construcción de la Ermita fue de sesenta mil reales, siendo levantada por el
maestro de obras Francisco Sánchez Díaz7.
NOTAS
1CASTILLO
BENITEZ, J., Historia de la Villa de
Alhaurín El Grande (Málaga), 3ª Ed., Málaga, 1996, pág. 162.
2 Para conocer detalladamente la biografía de
Diego Fernández de Medina, confróntese PEREZ GONZALEZ, S.D., La familia Férnandez de Medina y el
patronazgo del Convento-Hospicio Franciscano de Alhaurín El Grande (Málaga), Actas
del Simposio Cuatro Siglos de presencia de los Franciscanos en Estepa.
3 Los síndicos eran los encargados de recabar
donaciones en metálico para las fundaciones religiosas.
4 MARZO Y SANCHEZ, I., Historia de Málaga y su Provincia, Málaga, 1851, Tº II, pp.
142-143.
5 (A)rchivo
(P)rivado de SDPG, Fotocopia del Testamento de Diego Fernández de Medina
otorgado el 4 de septiembre de 1793, fº 624 y sgts. Las frases que aparecen en
el texto en cursiva y entre paréntesis citas textuales de la documentación
consultada.
6 PEREZ
FERNANDEZ, M., Cosas de mi pueblo,
SUR 18-X-1981. Son de destacar la interesante serie de artículos que este autor
ha publicado en prensa dando a conocer diferentes aspectos acerca de este
edificio.
7 CASTILLO
BENITEZ, J., op. cit., id.
No hay comentarios:
Publicar un comentario