Cártama, 6 de febrero de 1636. Andaba don Diego Méndez de
Sotomayor a caballo por los campos, a la búsqueda de un esclavo fugado. A su
paso por la Venta del Pilarejo, en el camino de Álora a Málaga, muy cerca de
los cortijos de Maqueda y Costilla; ya que era paso habitual y lugar de hospedaje para ganaderos y comerciantes, decidió
entrar a preguntar por si alguien había visto algo. Los presentes en aquel
momento en la Venta respondieron que no habían visto nada, así que don Diego
salió del establecimiento para continuar su marcha. Pero al salir se encontró
con una muchacha que lloraba apenadamente, a la que preguntó que le pasaba. La
mujer, que era sorda, contestó que había sido forzada por un soldado que además
le había robado cuatro reales. Don Diego volvió a entrar en el establecimiento
y buscó al soldado, al que pidió que devolviese el dinero a la muchacha, ya que
se había aprovechado de ella. Pero el soldado, no quiso, a pesar de que don
Diego apeló a la sordera de la mujer; sí que el ambiente se calentó hasta el
punto en que los dos hombres acabaron enzarzados en una feroz pelea, de
resultas de la cual recibió don Diego tres heridas en el pecho; pero decidió
dar por terminado el enfrentamiento al ver en peor estado a su rival,
regresando a Cártama para buscar refugio dentro de la iglesia parroquial.
Este
hecho dio lugar a un procedimiento judicial, en el que se confirmaron estos
hechos por parte de la muchacha sorda y otros testigos ante el Juez de Cártama;
sin embargo, el Juez en su sentencia condenó a don Diego a dos años de
destierro de la villa y una multa de mil maravedíes más los gastos del juicio,
embargando parte de los bienes del condenado.
En 1645 don Diego Méndez consigue llevar el caso a la Cámara de Castilla, donde se tuvo en cuenta que para entonces el soldado ya se había recuperado totalmente de sus heridas, el hecho de que pidiese y se le diese refugio en terreno sagrado, y que el suceso ocurrió en defensa de nobles valores; para concederle el indulto total.
Quien no recuperaría ni los cuatro reales ni la dignidad perdida por humillación fue la muchacha. Pero en cualquier caso se podría considerar afortunada porque en aquellos años eran comunes casos como este, y muy pocos trascendían de lo privado.
En 1645 don Diego Méndez consigue llevar el caso a la Cámara de Castilla, donde se tuvo en cuenta que para entonces el soldado ya se había recuperado totalmente de sus heridas, el hecho de que pidiese y se le diese refugio en terreno sagrado, y que el suceso ocurrió en defensa de nobles valores; para concederle el indulto total.
Quien no recuperaría ni los cuatro reales ni la dignidad perdida por humillación fue la muchacha. Pero en cualquier caso se podría considerar afortunada porque en aquellos años eran comunes casos como este, y muy pocos trascendían de lo privado.
Muy curioso. Me gusta esta original manera de viajar en el tiempo, por los alrededores, a través de las noticias en su día publicadas.
ResponderEliminarGracias por tu visita.
ResponderEliminar