3 DE MARZO DE 2017
CHARLAS GASTRONÓMICA PARA PERSONAS
PRIVADAS DE LIBERTAD
Rebeca
Carrasco. Barcelona
Joan
Vila busca a tientas un sitio en el auditorio. Había trabajo en la lavandería y
se ha retrasado. Al ver a alguien escribiendo en ordenador, saluda sonriente,
casi al oído. Hay que girarse dos veces para cerciorarse. Sí, es el celador de
Olot (Girona), asesino confeso de once ancianos a los que cuidaba en un
residencia. En el escenario habla uno de los mejores cocineros del mundo, Joan
Roca, del laureado Celler de Can Roca (tres estrellas Michelin). Es la cárcel
de Puig de les Bases, en la localidad gerundense de Figueres.
Roca pasó toda la mañana del miércoles en una
de las prisiones más modernas de Cataluña, inaugurada en 2014. De no ser una
cárcel podría parecer un complejo universitario. Con funcionarios con walkies.
Con vigilantes que paran al visitante si no ven bien su acreditación. Pero
también con un gimnasio con monitor, con una piscina donde se dan clases de
aquagym, y con una cocina equipada por todo lo alto.
El
éxito es frágil, cuenta el cocinero a un centenar de presos
(se habían inscrito a su charla 170). Durante una hora, micrófono en mano y con
un power point a sus espaldas, Roca dibuja la brillante carrera del Celler, de
bar de barrio a referente mundial. ¿Cuál
es el motivo de que usando los mismos productos y todo, la comida no salga
igual?, le pregunta un residente. ¡El
amooor!, corean las mujeres, sentadas todas junta en la última fila del
teatro del centro penitenciario. ¿Quién
es el mejor cocinero del mundo? Mi madre, claro, responde el cocinero,
interrumpido al grito de ¡viva la madre
que os parió a los tres!
Dos de los cinco internos que preguntan han
comido con los Roca. Pero no con los hijos, sino con los padres, en Can Roca,
un bar popular en las afueras de Girona. En
el Celler, hay poca cantidad, y un precio, qué
bueno… No es el mejor. En cambio, en la cocina que hacen tus padres, cocina
casera, que llena, sales con el bolsillo más contento, le reprochan
cordialmente. Roca alega que son los dos
puntos más alejados de la restauración. En Can Roca, tres personas
alimentan cada día a 200 comensales; en el Celler, son 44 para 55 personas.
También cuestiona que los clientes del Celler se vayan insatisfechos (hay lista
de espera de 11 meses) o con hambre (el menú tiene 33 platos). Es otra manera de comer que pone al país en valor cuando el mundo toma en serio la cocina que se hace
en el territorio.
Un mundo lejano e inaccesible para los
residentes de Puig de les Basses, que durante un tiempo no volverán a pisar la
calle. Es el caso del celador Joan Vila, que con 52 años cumple una condena de
127 años (el límite legal son 40).
O el médico Josep Costa, el exjefe de
Urgencias de hospital de Salt, condenado a ocho años por abusar sexualmente de
cinco pacientes. ¿Cómo se puede mejorar
lo que comemos, no de calidad, si no en cuanto al gusto?, pregunta Costa al
cocinero para la revista del centro penitenciario. En el paseo previo también
nos cruzamos con don Juan Cortés, El Dientes. Le detuvieron hace dos semanas
los Mossos en Figueres acusado de dirigir un clan que tenía un búnker repleto
de marihuana, bajo tierra. Él no se ha acercado a la estrella invitada.
Quizá
sería posible que dejara algún cocinero de muestra en la prisión,
pide al final un interno, que tenía por todo referente a Argüiñano. El cocinero
promete que el jefe de cocina visitará al Celler, de donde volverá con nuevas
ideas. Y alaba su comida (el menú del día es pollo con sanfaina o berenjenas
rellenas). Ya con las luces encendidas, y el acto acabado, Melvin pide un
autógrafo en su libreta de cuadros al reconocido cocinero. Su familia tiene un
restaurante en Perú. A Roca le ha parecido muy provechosa e interesante la
visita. El abogado Carles Monguilod (defensor en su día de Vila y de Costa y ahora
de El Dientes) le ha encontrado una sola pega al cocinero: Te ha faltado despedirte diciéndoles que cuando vuelvas para otra
charla esperas no ver a ninguno de ellos. Te los hubieses metido en el
bolsillo.
Juan
Roca, con el personal responsable de la cocina
en el centro penitenciario de
Puig de les Basses en Figueres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario