1 de marzo de 2017
LA TRIBUNA
EL
ABANDONO DE LA VICTIMA EN ESPAÑA
Carlos Luis Martín Navarro. Jurista y
Experto en Criminología.
Cuando cursaba primero de rebeldía
Bertrand Russell me enseñó la esencia del progresismo: El hombre razonable -dijo- se
adapta constantemente al mundo sin intentar cambiarlo... por lo tanto todo
progreso depende del hombre no razonable.
Desde entonces me di cuenta que no existe
ninguna causa tan progresista en España como la defensa de la víctima, para lo
cual es preciso salir corriendo en dirección contraria a los que se lo apropian
como ideología, que son precisamente los activistas de la cultura anti-víctima.
Habrán notado que me refiero a la víctima y no a las víctimas. Lo hago porque sé que la
justicia es una cuestión de sustantivos, no de adjetivos; atiende a razones
universalizables, nunca a instancia de parte. De lo contrario, su defensa
estaría garantizada únicamente en la medida que un lobby las respaldase,
quedando las más vulnerables siempre desprotegidas.
Quisiera declarar solemnemente que la
victimología como ciencia aún no ha nacido en España. Es un nasciturus que
sobrevive a los permanentes intentos de aborto pero que tampoco termina de
nacer.
¿Se imaginan un derecho penal en el que su
parte especial defina lo que es un asesinato pero no tenga previamente una
parte general que establezca quién es autor o cuáles son las circunstancias
agravantes, atenuantes o eximentes?
No se dejen engañar si alguien les cuenta
que en 2015 hubo una ley llamada Estatuto
de la víctima. Aunque constituye un cierto avance, resulta insuficiente y
además se promulgó por imperativo de normas europeas.
Los derechos de la víctima han de
sustanciarse primordialmente en la fase penitenciaria de ejecución de la pena,
no sólo durante el proceso penal. Dicho de otra forma, al padre al que le matan
a un hijo poco le importa que al asesino lo condenen a 30 años si luego cumple
cinco gozando además de actividades lúdicas para mayor afrenta a su memoria.
Comencemos por lo importante: los
intereses de las víctimas y de los delincuentes no son necesariamente
contradictorios pero si en algún momento hubiera un conflicto entre ambos una
sociedad que no esté loca psicológica o moralmente debe optar por satisfacer
prioritariamente los de las víctimas. No me resisto a recordar llegados a este
punto al dignísimo profesor Beristaín.
Continuemos por desmentir la lista de
trolas oficiales utilizadas para desterrar a la víctima del conflicto penal que
sufrió, otorgándole para más inri el estatus de víctima a su verdugo. Las víctimas sólo quieren venganza,
alegan, y digo yo, si quisieran venganza ¿para qué iban a necesitar al Estado?
¿Conocen un solo caso de venganza después de los cerca de mil muertos por el
terrorismo? ¿Podrían siquiera pensar en vengarse los padres de Mariluz, Marta
del Castillo o las niñas de Alcásser...? Nunca lo han intentado, merecen un
monumento y sobre todo mucho respeto.
Segunda trola: Si atendemos a los intereses de las víctimas nos estamos victimizando,
¿entonces al atender los derechos de los delincuentes nos estamos delincuenciando?; Como la víctima es una parte del conflicto no puede ni opinar porque la
pena es competencia exclusiva del Estado, ¿me explican por favor por qué sí
defienden la participación del delincuente -que también es parte- en la gestión
de su pena? ¿No le pidieron a la víctima que se abstuviera de tomarse la justicia
por su mano porque ustedes harían justicia en su nombre?
La tercera trola es reducir la
victimología al pago de indemnizaciones o usurpar su contenido con instrumentos
como la mediación que persiguen únicamente beneficiar al delincuente
sustituyendo, atenuando o extinguiendo sus penas.
Especial atención merece la víctima
difusa, es decir, aquella que no conocemos con exactitud. El ejemplo
paradigmático lo encarnan los familiares de una persona destrozada por la
droga. Nunca se agruparán para defender sus intereses: no pueden perdonarse por
no haber sido capaces de evitarlo.
Enuncié los principios de esa parte
general que no existe. Pedí la incorporación preceptiva de un informe
victimológico y de un Defensor de la Víctima a las Juntas de Tratamiento, pero
estas peticiones fueron preteridas por el Ministerio de Justicia.
Me acuerdo de un policía al que mató un
vagabundo. Del atropello mortal de un hombre y de su hijo de cinco años. De una
chica adolescente a la que un niñato le aplastó la cabeza a pedradas. De una
niña de tres meses que murió por los maltratos de sus padres toxicómanos. De
alguien tan inhumano como para asesinar a su propia mujer e hijo.
Me acuerdo de ellos y sobre todo de sus
familias, todos los días, sin ira, con dignidad y con sentido de la justicia.
Sufren penas no oficiales que duran toda la vida sin derecho a permiso,
progresión de grado ni libertad condicional... y además siendo inocentes.
Prometo no olvidarme de vosotros. Locutar
vuestra voz arrebatada en el podcast de los sueños inaudibles.
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