miércoles, 10 de septiembre de 2025

MALAGA, 10 DE SEPTIEMBRE DE 1808.

 

Málaga, 10 de Septiembre de 1808. Los valientes catalanes no dejan pasar un día sin cubrirse de gloria: 300 migueletes, con aviso de una espía, tuvieron el arrojo de acercarse a las murallas de Barcelona con la intento de aprisionar o quitar la vida al general Lechi; por desgracia no lo consiguieron por haberse retardado algo al aviso; pero mataron a los centinelas de puerta Nueva, se llevaron 50 bueyes y 700 carneros; pasaron al parque de artillería, quemaron la barraca y se volvieron con 2 cañones y 7 barriles de pólvora. Los vocingleros diaristas franceses hubieran borroneado mucho papel si sus tropas hubiesen hecho otro tanto; pero nosotros acostumbrados a las heroicas acciones de nuestros soldados, miramos como de poco momento proezas, que envanecerían a otras naciones.

El ejército aragonés está en las fronteras de Navarra, pronto a combinar sus operaciones con los de Asturias, Galicia, Castilla y Andalucía. Aseguran, que Bonaparte no ha podido juntar tropa contra España, a pesar de sus esposas y cadenas; esto prueba el amor que le tienen sus pueblos regenerados.

En Pamplona no caben los heridos franceses: 17 de Agosto entraron 64 carros y 127 caballerías, y en los consecutivos hasta el 20 se repitieron sin cesar estas remesas con los generales Berdier y Le-Febre. Estas víctimas son tratadas con la humanidad francesa. Las hacen camina de noche a toda intemperie. Bonaparte solo quiere la destrucción del género humano. Uno de los heridos era el coronel del regimiento núm. 14, que murió. No debe emitirse su entierro que fue de esta forma. Lo colocaron en un túmulo en medio de la iglesia, a su cabecera estaban el tambor mayor y los demás subalternos enlutados, a la derecha un coronel, a las cuatro esquinas los comandantes de la plaza, de la ciudadela y otros dos con sus sombreros calados y plumero blanco, encarnado, verde y azul. A la parte de abajo el General en un almohadón de terciopelo, y rodeado de los demás generales y plana mayor; toda la iglesia rodeada de soldados, y ellos y los oficiales con sus sombreros y gorras caladas. Ocho polacos tomaron el cadáver y lo llevaron a la sepultura. El General, haciendo de gran Preste, tomó el hisopo y le echó agua bendita, pasó el hisopo de mano en mano, y todos los oficiales repitieron el asperges; siguió la tropa y cada soldado disparó un tiro. Así finalizó tan religioso acto, ínterin penetrados de dolor los compañeros se paseaban y reían por el templo como en un café.

No hay comentarios:

Publicar un comentario