domingo, 12 de febrero de 2017

VICTIMAS Y NO VERDUGOS

30 de Diciembre de 2016

LA TRIBUNA                                                            

VICTIMAS Y NO VERDUGOS


Carlos Luis Martín Navarro. Delegado del Sindicato CSIF en el Centro Penitenciario de Alhaurín de la Torre y Jurista.

Desde CSIF Málaga queremos condenar la agresión infligida el pasado día 28 por un interno del Módulo de Aislamiento a un funcionario, rompiéndole la nariz. Lo venimos denunciando desde hace años, ante la indiferencia de las autoridades: hay una serie de causas que pueden generar perniciosos efectos.

Como sucede con el ciclo de la violencia de género, el cobarde agresor antes de golpear comienza minusvalorando a su víctima, para después despreciarla. Acto seguido la agrede de palabra. Posteriormente menoscaba sus condiciones de vida y por último acaba agrediéndola físicamente o incluso matándola. Esto no es una metáfora, sino una grave similitud entre las mujeres y el colectivo de empleados públicos de prisiones.

Primero se aceptó un etiquetamiento injusto y falaz. Como hemos denunciado, la Ley Orgánica General Penitenciaria, que ahora parece que será reformada, insultaba al colectivo tildando a sus miembros de abusadores y desviados (artículo 76.1 LOGP). Muchos de estos profesionales, tal y como les ocurre a las mujeres maltratadas, se sentían culpables cuando en realidad eran las víctimas y aceptaban mansamente ese rol. Después se implantó la primacía de las teorías que aniquilaban a las víctimas de los delitos para otorgar curiosamente ese estatus a los que fueran los verdugos de esas víctimas. La conditio sine quanon para tener éxito en esa tarea de transformación social era devaluar la Institución Penitenciaria, lo que implicaba desprestigiar cuánto más se pudiera a sus profesionales. Aquí tenían cabida las injurias y calumnias cotidianas vertidas por acción y el silencio cómplice de los distintos responsables, por omisión, que nunca defendían esa imagen denostada y que nunca publicitaban sus méritos.

Todo lo demás ha sido el alud provocado por esas causas: promover un permanente conflicto de rol entre empleados públicos de prisiones e internos para que los primeros jamás puedan llegar a reeducar a los segundos. 
Cargarse la intimidación penal edulcorando hasta el ridículo las condiciones de vida dentro de las prisiones, ya saben: salidas programadas al Circo del Sol o piscinas cubiertas con techos retráctiles. Cambiar la nomenclatura llamando residentes a los presos o habitaciones a las celdas». 
Devaluar el principio de legalidad hasta límites cómicos haciendo las instituciones de chicle, en un magma de gigantesca discrecionalidad. Implantar la ley del silencio con la excusa de salvaguardar datos confidenciales para que la sociedad no conozca las disfunciones que se puedan perpetrar. Negar la condición de agentes de la autoridad a alguien que legítimamente la tiene, minando su dignidad profesional y su autoconcepto. 
Convertir a los funcionarios de prisiones en escudos humanos desarmados. Sus ya de por sí ridículos medios coercitivos no pueden llevarlos encima, sino que están depositados en un despacho, esto debe saberlo la opinión pública aunque cueste creerlo. La progresiva disminución de las plantillas es un arma que se entrega a los delincuentes para que perpetren actos como los del miércoles.

A nuestro compañero no le ha agredido un puño, le han agredido todas las causas anteriormente enumeradas, el ciclo de la violencia, permitida, consentida, mimada por esa oligarquía política que se siente tan chachi otorgando el cartelito de buenos a los delincuentes y de malos malísimos a las víctimas y a los empleados públicos de prisiones.

Hay mucho por lo que trabajar y mucho en lo que creer. Por primera vez en décadas hemos sentido que un alto responsable del Ministerio de Interior tenga una actitud de reconocimiento sincero hacia nosotros. Hace pocas fechas el nuevo ministro afirmaba motu propio que es necesario incrementar nuestra seguridad y que resulta imperativo reformar la Ley Orgánica General Penitenciaria. No podemos estar más de acuerdo con ambas afirmaciones, pero queremos pedirle al ministro desde aquí que, por primera vez, abra un período de consultas a los empleados públicos de prisiones para que expresen sus opiniones profesionales en la reforma de nuestra ley penitenciaria.

Mientras tanto, como si de una mujer maltratada se tratase le daremos todo el afecto a nuestro compañero y toda la ayuda que necesite y no permitiremos que nadie consiga su victimización secundaria, haciéndole creer que se merecía ser golpeado o promoviendo que las causas que siembran germinen, como consecuencia, con nuevas agresiones.

Pertenecemos a un género débil pero fuerte al mismo tiempo. Débil porque sufre, desarmado, las agresiones físicas y verbales de gente peligrosa. Fuerte porque sé que no estamos solos y que nunca aceptaremos atajos morales, aunque las piedras del camino recto sean tan agresivas, a veces que acaben rompiéndonos el tabique nasal.

Nos levantaremos como hacen los maestros agredidos, como el padre al que un hijo le levanta la mano y le duele más que el golpe pensar en qué se estará convirtiendo ese hijo y en cómo podrá conseguir recuperarlo.


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