9/2019 Depósito Legal MA 441-2018
¿TECNOLOGÍA AL SERVICIO DEL CLIENTE?
JUAN
BERROCAL
Desde siempre me ha gustado todo lo que tiene que ver con la
tecnología, de hecho, he desarrollado muchas aplicaciones informáticas con el
fin de mejorar los sistemas de trabajo en las empresas, buscan mejoras que simplifican los procesos tediosos y repetitivos. Me apasiona realizar un
programa para optimizar cualquier método o tarea, ya sea con sistemas
organizativas o con aplicaciones informáticas.
Cada día aparecen más y novedosas aplicaciones tecnológicas
que ayudan a las personas o facilitan las tareas cotidianas en el ámbito
doméstico o empresarial. Me gusta saber que gracias a estos avances se agilizan
muchas cosas de nuestro día a día y veo cómo ayudan a mejorar la calidad de
vida en muchos aspectos. Los avances tecnológicos, los nuevos dispositivos y
los sistemas que se implantan abaratan costes, aumentan la producción y
competitividad de las empresas de nuestro entorno.
Hoy en día muchas máquinas se fabrican con el propósito de
que nosotros mismos hagamos las tareas que antes realizaban otras personas, y
de hecho la gran mayoría de la población acepta con agrado los avances
tecnológicos que las empresas implantan para nosotros.
Como con todo lo que hemos usado en nuestro pasado y todo
aquello que nos rodea en el presente, hay que hacer un uso medido y prudente
con vistas a la calidad y bienestar de nuestro futuro. Al paso tan acelerado en
el que estamos sumergidos con la aparición de nuevas tecnologías y máquinas,
que en teoría son para prestar un mejor servicio a la sociedad, la realidad es
bien distinta, porque están creando una falta de comunicación y distanciamiento
entre las personas; están creando seres individualistas y de trato frío,
personas que en muchos casos han perdido las buenas costumbres de cómo debemos tratarnos entre
nosotros mismos. A veces nos cruzamos con quien va hipnotizado con la pantalla
de un teléfono móvil, no prestando atención a su entorno, incluso no responde a algo tan simple como decir buenos días cuando entra en un ascensor
o establecimiento, o para colmo te habla sin quitar la mirada de la pantalla.
Cuando alguna empresa implanta un nuevo sistema, nos dicen
que éste va a mejorar mucho el servicio que nos ofrece, que no tendremos que
esperar colas innecesarias, que el nuevo sistema aumentará la rapidez del
servicio que nos presta; que con esto seremos más felices porque ganaremos más
tiempo para nosotros mismos. Pero la cruda realidad es que estamos creando un
mundo donde estos sistemas se implantan para que nosotros mismos hagamos las
gestiones con una máquina; para que paguemos por adelantado y acto seguido nos
sirvamos la mercancía como ocurre en algunos surtidores; o al llenar la cesta
de la compra en algunos hipermercados pasemos los artículos por el escáner y a
continuación paguemos a la misma máquina; o aquellos bancos digitalizados que
han implantado cajeros automáticos o aplicaciones en internet para que no
dependamos de sus sucursales abiertas al público.
Al igual que me apasiona la tecnología, siempre me gusta ser
atendido por un ser humano. Por ello no niego a pasar por la caja de un
hipermercado donde no haya un empleado dedicado a pasar los artículos por el
escáner y cobrarme por lo que llevo en el carro de la compra; así mismo me doy
media vuelta cuando entro en un restaurante donde solo hay pantallas en las que
yo mismo tengo que hacerme el pedido de lo que voy a comer, porque me gusta que
me atienda una persona con agrado, simpatía y calidez humana; siempre que puedo
reposto en una gasolinera donde hay un empleado que me saluda y pregunta cuánto voy a repostar; me gusta comprar donde me atienda una persona y apenas hago uso
de las compras online.
Aunque muchos me dicen que pierdo el tiempo porque voy a
contracorriente de las tendencias del futuro, estoy bastante convencido que,
con mi aptitud, ayudó a que no todos nos volvemos fríos y mecánicos como
siempre lo serán las máquinas que sustituyen en su totalidad a las personas.
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