Núm.
1681 12-18 DE ENERO DE 2020
ALBERTO CAMPO BAEZA. arquitecto
y Medalla de Oro de la Arquitectura 2019.
VIRGINIA DRAKE y JAVIER OCAÑA.
Nací en Valladolid hace 73 años. Soy
arquitecto y me acaban de conceder la Medalla de Oro de la Arquitectura, más
por pura generosidad del jurado que por méritos propios.
Su abuelo era arquitecto y su padre, cirujano militar.
Sí y, a mis dos años, a mi padre lo
destinaron a Cádiz. Por eso, me siento gaditano: allí viví mi niñez y fuimos
muy felices.
Parece un arquitecto muy atípico.
Mis hermanas dicen que soy muy raro
(ríe). Creo que soy sencillo, lógico y
con sentido común. Vivo sin móvil, sin coche, abro el ordenador cada dos
días… Me lo puedo permitir, claro. Es espantoso ver a la gente en el metro y
por la calle mirando el móvil.
Sus casas son muy blancas, con grandes ventanales y minimalistas.
Blancas y luminosas, sí, pero no
minimalistas. Eso es soso y aburrido.
Y la mayoría de las casas no le gustan.
Son horrorosas por el miedo al vacío
y porque se acumulan porquerías. Pero no estoy en contra de ello, tu casa debe
ser un lugar donde seas feliz.
¿Ha rechazado a clientes?
No lo recuerdo ahora, pero sí me
desaparecen muchos: vienen, encargan y no vuelven (ríe).
A sus 70 ha hecho dentro y fuera de España 37 casas. ¿Es lento o algo
vago?
Shakespeare, a lo largo de su vida,
escribió 37 obras (risas). De vago, nada: he trabajado como una mula.
En más de 30 años ha sido catedrático de Proyectos en la Escuela de
Arquitectura de Madrid y profesor en más de diez universidades extranjeras.
Sí, no estoy a favor de los arquitectos
que solo se dedican a dar clase. Creo que hay que practicar, hacer.
¿Su prestigio nacional e internacional está en consonancia con su nivel de
vida?
Vivo bien, pero no me interesa ser rico.
Soy un privilegiado, vivo como quiero, hago lo que me gusta, tengo buena salud
y una gran memoria.
¿Cómo es la casa donde vive?
¿Mi zulo? Son 24 metros cuadrados,
con estanterías en cada pared y un perchero, como los de las tiendas, fuera del
armario, donde cuelgo mi poca ropa y la que no me cabe dentro.
¿Y su cama?
Es escamoteable. Por la mañana se
recoge hacia arriba. Y tengo una mesa grande blanca, repleta de libros y
dibujos. No necesito más.
Soltero y sin hijos, claro.
Bueno, cinco novias he tenido.
Aboga por la socialización del suelo.
Por sentido común. El precio de los
pisos resulta de la especulación del suelo de corruptos y sinvergüenzas. Hacer
una casa no es caro. Si se socializa el suelo, los corruptos se irían a esos
países donde ponen el dinero y las cuentas.
Al llegar al estudio. Desayuno un café sin leche, con sacarina, y galletas, de las que tienen
dibujos infantiles. Y, cuando las monjas me regalan dulces, alguno cae.
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