Martes, 5 de Enero de 2018
jose antonio aparicio. experto en protección civil
PEDRO INGELMO y JOAQUÍN HERNÁNDEZ
Estudiar las Catástrofes
José Antonio Aparicio (Cádiz, 1967)
es experto en Protección Civil y un estudioso de la gestión de catástrofes.
Acaba de publicar un libro sobre el maremoto de Cádiz de 1755 que siguió al
conocido como terremoto de Lisboa. También ha conseguido obtener relevantes
datos de la explosión del polvorín de explosivos en Cádiz en 1947 que causó
casi 200 víctimas en uno de los episodios más oscuros de la posguerra franquista.
Presidente del Instituto Español para Reducción de Desastres, con el que
colaboral la Universidad de Cádiz.
En el mundo de las catástrofes sísmicas lo único que sabemos es que
llegarán.
Siempre ha habido terremotos y no tenemos
motivos para pensar en Andalucía que a nosotros no nos tocará en algún momento
un fuerte temblor.
Con lo que si hubo un maremoto en 1755 en Cádiz, tarde o temprano habrá
otro.
El maremoto de 1755 de Cádiz es el gran
maremoto de Occidente. No tiene por qué ser un maremoto como aquél. De hecho,
ha habido maremoto después, aunque no de esa magnitud. El último que está
datado es de 1969 tras un terremoto en la misma área en la que se localizó el
terremoto de Lisboa del siglo XVIII. En el 69 hubo zonas de Cádiz, las ganadas
al mar, que se movieron como un flan; sin embargo, la ola, medida por el
mareógrafo de Huelva, no llegó al metro. Pero hubo maremoto igual que hubo un
maremoto en 2003 en Baleares por un terremoto en Argelia. No hay que temer la
palabra maremoto hay que poner los medios para actuar cuando éste llegue. No
existe ninguna pauta, no es que haya un maremoto cada 200 ó 300 años. Un
maremoto puede ocurrir mañana o dentro de 500 años. No se puede predecir.
Es que uno dice tsunami y se le viene a la cabeza el de Indonesia em 2004
o el de Japón en 2011… Eso da mucho miedo si vives en la costa.
Los tsunamis nos han visitado muchas
veces y los hemos superado. No son olas que se traguen la ciudad. Un maremoto
no trepa, se extiende. Si tuviéramos un maremoto cada dos meses nadie viviría
en la costa, pero es un fenómeno extraño que, sencillamente, sabemos que
sucede. Y como sabemos que sucede debemos saber cómo afrontarlo.
Desde el Instituto Español para Reducción de Catástrofes, que preside, y
en colaboración con la Universidad de Naciones Unidas, trabajó en el proyecto
Transfer.
Aquello fue en 2009 y todavía no se
ha elaborado un protocolo pese a que en aquel estudio se hacía un mapa de
peligrosidad en la Bahía de Cádiz. Detectamos que el conocimiento de la
población sobre un eventual fenómeno de este tipo era muy bajo y que no había
ni sistemas de alertas ni rutas de evacuación.
El de Cádiz del siglo XVIII no fue una olita.
Claro, pero es que las circunstancias
no tienen que ser tan extremas. En el caso del maremoto de Cádiz, que es el
mayor del que tenemos conocimiento en el Golfo de Cádiz, aunque en la
Antigüedad hubo otros de los que desconocemos la magnitud, la ola alcanzó un
punto cumbre de 18 metros y viajó a una velocidad de 300 kilómetros por hora.
Puede parecer mucho, pero ha habido olas en otras zonas del mundo que se han
movido a 800 kilómetros/hora con picos de altura del mar de 30 metros.
18 metros de ola impactando a 300 kilómetros por hora no deben dejar
piedra sobre piedra.
Pero es que esto no funciona
exactamente así. Cuando un comerciante, Bejamin Bewick, desde una de las torres
de la ciudad observa aquel Día de Todos los Santos de 1755 ese punto alto del
mar la ola está rompiendo a 14 millas de la costa al chocar con la placa
continental. Su crónica es fiable porque era un hombre dedicado a observar la
llegada de los barcos al puerto y hace su cálculo realizando la comparativa con
las velas de las embarcaciones. A partir de ahí, de que la ola rompe, lo que
avanza es una polvareda de espuma que las crónicas describen como un ejército
de caballería corriendo en tropel. A Cádiz la ola llega rota, con muchísima
fuerza, pero no rompe en la ciudad.
Yo vivo en un 11, a mí no me pillaría.
Ni quizá viviendo en un primero. Se
calcula que la elevación del mar no fue de más de cinco metros y eso que en
aquella ocasión se tuvo la desgracia de que la ola llegó con marea alta. A cota
cero, a día de hoy, un maremoto como aquél causaría numerosos destrozos pero no
arrasaría la ciudad. Pero una ciudad como Cádiz no se encuentra a cota cero,
sino que tiene un alto número de población viendo por debajo de esa cota. Ahí
se encuentran las zonas de riesgo.
Muchos aún recuerdan la última alerta de tsunami. Ocurrió en 1983.
Fue un caso extraño aquél, porque no
hubo terremoto. Una hidroala que cubría la ruta entre Algeciras y Tetuán dio la
alerta al observar una onda solitaria que se levantaba unos cinco metros. Por
entonces sí existía el protocolo de actuación que hoy no existe y la Guardia
Civil dio la alerta en toda la costa, de Sanlúcar a Tarifa. Se desalojaron las
playas, la gente huía de localidades como Barbate… pero como tal no hubo
maremoto. En la playa de La Caleta o en Chipiona las aguas se retiraron y
volvieron en forma de extrañas olas. Aquella onda solitaria sigue siendo hoy un
gran misterio.
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