HAZLO, DILO Y RECUERDALO
No existe un evento o
presentación institucional, especialmente extramuros, que no comience hablando
de nuestros orígenes de los que nos sentimos legítimamente orgullosos y nos
gusta manifestarlo en público, al igual que cualquier empresa habla de su
antigüedad en el mercado. Pero al final, este detalle simplemente queda en eso,
en una cita introductoria, que sirve para llegar al momento actual, olvidando
lo cotidiano.
He tenido la oportunidad
de examinar las antiguas hojas de servicios. Es apasionante sumergirse en
ellas, es una sensación que se acrecienta, naturalmente, sobre todo si ha
pertenecido a un ser próximo: padre, abuelo o tío. Esto me sucedió cuando me
proporcionaron las de mis ancestros (también miembros de la Institución):
poderlas tocar, sentir el tacto del papel viejo, ver su color. Me hizo sentir y
vivir las vicisitudes que se podían leer en ellas. Y todas con el mismo
denominador común, el servicio y su tarea común: ayuda, intermediación,
asistencia, consuelo, acompañamiento, defensa del débil, confianza, entrega más
allá del tiempo propio y en muchos casos, del de la familia.
Dependiendo de cada
hoja, la sensación fue distinta: el tacto del papel, el color de la tinta, la
expresión de la literalidad de las expresiones y su caligrafía ¡Y hasta su olor!
Luego, su contenido me
siguió sorprendiendo: la generosa cantidad de copias del mismo documento; que
simplemente ha sido elevado a los diferentes escalones jerárquicos con el afán
de recoger toda la vida profesional (y a veces personal) de su propietario,
conformando así su orteguiano circunstancial, su ser natural y su ser administrativo.
Cuando la realidad biológica te ha
mostrado suficiente perspectiva de tu proyecto vital, personal y profesional,
se siente la necesidad de averiguar cómo esa faceta profesional ha contribuido
a tu vida, a su desarrollo y a su disfrute. Una razón que te permite seguir
teniendo ese sello de amor al servicio y de los motivos quisiste pertenecer a
la Institución.
Para quien ha conocido a última hora los
Recursos Humanos, entendido como unidad administrativa, con sus detalladas
normas de baremar, y no como realidad humana, a las que no había prestado la
suficiente atención para utilización personal y legítima, he descubierto la
realidad de cómo la Institución valora, ordena y escalafona, según criterios y
regulaciones discrecionales humanas, que se adaptan a las situaciones y a los
tiempos. Pero la falta a veces de valoraciones cualitativas objetivas hace ver la falta de
reconocimiento.
Los historiales profesionales con sus
destinos, sus cursos, sus medallas, sus vicisitudes, sus logros… tienen como
premio una carrera profesional públicamente reconocida, y que administrativa
aparece en una publicación oficial. Esto supone que de todos nosotros, y dentro
de la Institución, se tenga un cierto conocimiento, y un cierto grado de
reconocimiento.
A nivel íntimo, cada uno disfruta y
valora las capacidades y logros personales conseguidos y de los que realmente
siente una legítima satisfacción. Pero esta realidad interior, que solo uno
conoce y estima, muchas veces no se puede plasmar en un currículo que sigue
una normativa establecida. Existen otros aspectos no tangibles que no
contabilizan en los reconocimientos oficialmente establecidos, pero que
trascienden y permanecen fuera de esa realidad, constreñida solo a lo oficial.
¿Cuántas de esas realidades han supuesto
una mejora o un crecimiento de la Institución que no quedan reconocidas por
ella y que en cambio, en algunos casos, sí son reconocidos fuera de ella? Esto
es lo que he descubierto últimamente, cuando he comprendido lo que significa un
currículo y una realidad a la que antes no prestaba la suficiente atención.
C. José Duque Quicios
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