viernes, 29 de enero de 2021

HAZLO, DILO Y RECUERDALO

HAZLO, DILO Y RECUERDALO

No existe un evento o presentación institucional, especialmente extramuros, que no comience hablando de nuestros orígenes de los que nos sentimos legítimamente orgullosos y nos gusta manifestarlo en público, al igual que cualquier empresa habla de su antigüedad en el mercado. Pero al final, este detalle simplemente queda en eso, en una cita introductoria, que sirve para llegar al momento actual, olvidando lo cotidiano.

He tenido la oportunidad de examinar las antiguas hojas de servicios. Es apasionante sumergirse en ellas, es una sensación que se acrecienta, naturalmente, sobre todo si ha pertenecido a un ser próximo: padre, abuelo o tío. Esto me sucedió cuando me proporcionaron las de mis ancestros (también miembros de la Institución): poderlas tocar, sentir el tacto del papel viejo, ver su color. Me hizo sentir y vivir las vicisitudes que se podían leer en ellas. Y todas con el mismo denominador común, el servicio y su tarea común: ayuda, intermediación, asistencia, consuelo, acompañamiento, defensa del débil, confianza, entrega más allá del tiempo propio y en muchos casos, del de la familia.

Dependiendo de cada hoja, la sensación fue distinta: el tacto del papel, el color de la tinta, la expresión de la literalidad de las expresiones y su caligrafía ¡Y hasta su olor!

Luego, su contenido me siguió sorprendiendo: la generosa cantidad de copias del mismo documento; que simplemente ha sido elevado a los diferentes escalones jerárquicos con el afán de recoger toda la vida profesional (y a veces personal) de su propietario, conformando así su orteguiano circunstancial, su ser natural y su ser administrativo.

Cuando la realidad biológica te ha mostrado suficiente perspectiva de tu proyecto vital, personal y profesional, se siente la necesidad de averiguar cómo esa faceta profesional ha contribuido a tu vida, a su desarrollo y a su disfrute. Una razón que te permite seguir teniendo ese sello de amor al servicio y de los motivos quisiste pertenecer a la Institución.

Para quien ha conocido a última hora los Recursos Humanos, entendido como unidad administrativa, con sus detalladas normas de baremar, y no como realidad humana, a las que no había prestado la suficiente atención para utilización personal y legítima, he descubierto la realidad de cómo la Institución valora, ordena y escalafona, según criterios y regulaciones discrecionales humanas, que se adaptan a las situaciones y a los tiempos. Pero la falta a veces de valoraciones cualitativas objetivas hace ver la falta de reconocimiento.

Los historiales profesionales con sus destinos, sus cursos, sus medallas, sus vicisitudes, sus logros… tienen como premio una carrera profesional públicamente reconocida, y que administrativa aparece en una publicación oficial. Esto supone que de todos nosotros, y dentro de la Institución, se tenga un cierto conocimiento, y un cierto grado de reconocimiento.

A nivel íntimo, cada uno disfruta y valora las capacidades y logros personales conseguidos y de los que realmente siente una legítima satisfacción. Pero esta realidad interior, que solo uno conoce y estima, muchas veces no se puede plasmar en un currículo que sigue una normativa establecida. Existen otros aspectos no tangibles que no contabilizan en los reconocimientos oficialmente establecidos, pero que trascienden y permanecen fuera de esa realidad, constreñida solo a lo oficial.

¿Cuántas de esas realidades han supuesto una mejora o un crecimiento de la Institución que no quedan reconocidas por ella y que en cambio, en algunos casos, sí son reconocidos fuera de ella? Esto es lo que he descubierto últimamente, cuando he comprendido lo que significa un currículo y una realidad a la que antes no prestaba la suficiente atención.

C. José Duque Quicios


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