martes, 5 de enero de 2021

JOSE ANTONIO APARICIO. EXPERTO EN PROTECCIÓN CIVIL


Martes, 5 de Enero de 2018

jose antonio aparicio. experto en protección civil

PEDRO INGELMO y JOAQUÍN HERNÁNDEZ
Estudiar las Catástrofes

José Antonio Aparicio (Cádiz, 1967) es experto en Protección Civil y un estudioso de la gestión de catástrofes. Acaba de publicar un libro sobre el maremoto de Cádiz de 1755 que siguió al conocido como terremoto de Lisboa. También ha conseguido obtener relevantes datos de la explosión del polvorín de explosivos en Cádiz en 1947 que causó casi 200 víctimas en uno de los episodios más oscuros de la posguerra franquista. Presidente del Instituto Español para Reducción de Desastres, con el que colaboral la Universidad de Cádiz.
En el mundo de las catástrofes sísmicas lo único que sabemos es que llegarán.
Siempre ha habido terremotos y no tenemos motivos para pensar en Andalucía que a nosotros no nos tocará en algún momento un fuerte temblor.
Con lo que si hubo un maremoto en 1755 en Cádiz, tarde o temprano habrá otro.
El maremoto de 1755 de Cádiz es el gran maremoto de Occidente. No tiene por qué ser un maremoto como aquél. De hecho, ha habido maremoto después, aunque no de esa magnitud. El último que está datado es de 1969 tras un terremoto en la misma área en la que se localizó el terremoto de Lisboa del siglo XVIII. En el 69 hubo zonas de Cádiz, las ganadas al mar, que se movieron como un flan; sin embargo, la ola, medida por el mareógrafo de Huelva, no llegó al metro. Pero hubo maremoto igual que hubo un maremoto en 2003 en Baleares por un terremoto en Argelia. No hay que temer la palabra maremoto hay que poner los medios para actuar cuando éste llegue. No existe ninguna pauta, no es que haya un maremoto cada 200 ó 300 años. Un maremoto puede ocurrir mañana o dentro de 500 años. No se puede predecir.
Es que uno dice tsunami y se le viene a la cabeza el de Indonesia em 2004 o el de Japón en 2011… Eso da mucho miedo si vives en la costa.
Los tsunamis nos han visitado muchas veces y los hemos superado. No son olas que se traguen la ciudad. Un maremoto no trepa, se extiende. Si tuviéramos un maremoto cada dos meses nadie viviría en la costa, pero es un fenómeno extraño que, sencillamente, sabemos que sucede. Y como sabemos que sucede debemos saber cómo afrontarlo.
Desde el Instituto Español para Reducción de Catástrofes, que preside, y en colaboración con la Universidad de Naciones Unidas, trabajó en el proyecto Transfer.
Aquello fue en 2009 y todavía no se ha elaborado un protocolo pese a que en aquel estudio se hacía un mapa de peligrosidad en la Bahía de Cádiz. Detectamos que el conocimiento de la población sobre un eventual fenómeno de este tipo era muy bajo y que no había ni sistemas de alertas ni rutas de evacuación.
El de Cádiz del siglo XVIII no fue una olita.
Claro, pero es que las circunstancias no tienen que ser tan extremas. En el caso del maremoto de Cádiz, que es el mayor del que tenemos conocimiento en el Golfo de Cádiz, aunque en la Antigüedad hubo otros de los que desconocemos la magnitud, la ola alcanzó un punto cumbre de 18 metros y viajó a una velocidad de 300 kilómetros por hora. Puede parecer mucho, pero ha habido olas en otras zonas del mundo que se han movido a 800 kilómetros/hora con picos de altura del mar de 30 metros.
18 metros de ola impactando a 300 kilómetros por hora no deben dejar piedra sobre piedra.
Pero es que esto no funciona exactamente así. Cuando un comerciante, Bejamin Bewick, desde una de las torres de la ciudad observa aquel Día de Todos los Santos de 1755 ese punto alto del mar la ola está rompiendo a 14 millas de la costa al chocar con la placa continental. Su crónica es fiable porque era un hombre dedicado a observar la llegada de los barcos al puerto y hace su cálculo realizando la comparativa con las velas de las embarcaciones. A partir de ahí, de que la ola rompe, lo que avanza es una polvareda de espuma que las crónicas describen como un ejército de caballería corriendo en tropel. A Cádiz la ola llega rota, con muchísima fuerza, pero no rompe en la ciudad.
Yo vivo en un 11, a mí no me pillaría.
Ni quizá viviendo en un primero. Se calcula que la elevación del mar no fue de más de cinco metros y eso que en aquella ocasión se tuvo la desgracia de que la ola llegó con marea alta. A cota cero, a día de hoy, un maremoto como aquél causaría numerosos destrozos pero no arrasaría la ciudad. Pero una ciudad como Cádiz no se encuentra a cota cero, sino que tiene un alto número de población viendo por debajo de esa cota. Ahí se encuentran las zonas de riesgo.
Muchos aún recuerdan la última alerta de tsunami. Ocurrió en 1983.
Fue un caso extraño aquél, porque no hubo terremoto. Una hidroala que cubría la ruta entre Algeciras y Tetuán dio la alerta al observar una onda solitaria que se levantaba unos cinco metros. Por entonces sí existía el protocolo de actuación que hoy no existe y la Guardia Civil dio la alerta en toda la costa, de Sanlúcar a Tarifa. Se desalojaron las playas, la gente huía de localidades como Barbate… pero como tal no hubo maremoto. En la playa de La Caleta o en Chipiona las aguas se retiraron y volvieron en forma de extrañas olas. Aquella onda solitaria sigue siendo hoy un gran misterio.

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