Cártama, 20 de
Abril de 1485. Miércoles, cerca del Real con su gente y otros que le
siguieron, decidió el Marqués de Cádiz combatir la villa de Benamaquix. La
cercó y la combatió con tanta fuerza que llegó un momento en que los moros
quisieron rendirse, pero no quiso aceptar la rendición y decidió tomarla por
las armas; cosa que consiguió al segundo día de combate.
El marqués de Cádiz, que vino en
la algarada de aquel año en un ejército compuesto de 10.000 caballeros y 50.000 peones; porque el Rey
estaba muy enojado porque le habían muerto y herido alguna gente los moros de
Benamaquix, que era una buena fortaleza.
Cuando se dio por rendida la plaza y se abrieron las puertas
comenzaron sus habitantes a desbandarse, pero volvieron a meterlos dentro por
la fuerza de las armas, y a despeñarlos desde las torres más altas, el que no
caía atravesado por una espada. Cuando el Rey supo esto se mostró muy
complacido.
En el relato de los cronistas de vislumbra un interés de los
vecinos por aceptar lo propuesto. Pero por algún motivo no se llegó a un
acuerdo, seguramente algún adalid invocaría al honor y al patriotismo burlando
de nuevo las propuestas del Rey; y hubo de ser tomado por la fuerza. La
conquista fue muy cruel, cuentan las versiones de Ildefonso Marzó y Guillén
Robles que El Marques de Cádiz marchó
sobre el pueblo, y aunque sus moradores se resistieron valientemente matando
muchos cristianos, consiguió subir al muro, ahorco a ciento ocho vecinos y
vendió como esclavos sus hijos y mujeres. Aunque la mayoría de los moros
huyeron ante los destrozos que la artillería les causaba.
Por enojo, mandó Don Fernando hacer justicia a ciento veinte moros, y cuando le llegaron con suplicas el Marqués de Cádiz y otros caballeros, perdonó a los restantes ciento ochenta, entre hombres, mujeres y niños. Mandó enviar doce a la reina, y el resto lo repartió entre sus caballeros. Seguidamente mandó derruir el castillo, y quemar la Villa.
Y de tal forma la destruyó que a día de hoy no queda ningún vestigio por el que se pueda identificar el lugar exacto donde estuvo. Es más fácil ubicar la Villa romana que allí hubo siglos antes, que esta población que, por tener más de doscientos habitantes, debió ser más extensa.
Por enojo, mandó Don Fernando hacer justicia a ciento veinte moros, y cuando le llegaron con suplicas el Marqués de Cádiz y otros caballeros, perdonó a los restantes ciento ochenta, entre hombres, mujeres y niños. Mandó enviar doce a la reina, y el resto lo repartió entre sus caballeros. Seguidamente mandó derruir el castillo, y quemar la Villa.
Y de tal forma la destruyó que a día de hoy no queda ningún vestigio por el que se pueda identificar el lugar exacto donde estuvo. Es más fácil ubicar la Villa romana que allí hubo siglos antes, que esta población que, por tener más de doscientos habitantes, debió ser más extensa.
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