LA
VENGANZA DEL ENANO ENVIDIOSO
Antes de que cualquier ofendidito se
precipite a perpetrar su enésimo asesinato moral sobre mí, me gustaría aclarar
mi respeto absoluto hacia las personas de talla baja, así como hacia las que
sufran algún defecto. Yo no soy de los que lloriquean ante la película Campeones pero que habrían consumado en
cambio su orgulloso genocidio eugenésico
contra cualquiera de sus protagonistas mientras vivían en el claustro materno: técnica
infalible de adiestramiento en el triaje para aplicarlo ahora a los ancianos,
en tiempos de pandemia criminal.
Antonio Gramsci nació en Italia en
1891. Su baja estatura (apenas llegó al 1,50) y su mala posición económica
tejieron en él un resentimiento monstruoso: el de querer cortar ideológicamente
la cabeza a todo aquel que osara superarle en altura. Achacó su enanez a
haberse caído a los tres años pero su autopsia reveló la mendacidad de su argumento (en realidad padecía
tuberculosis osteoarticular).
Llegó en su radicalidad mucho más
lejos que Marx, quien había planeado que el proletariado como tal impusiera su
dictadura. Gramsci en cambio tenía claro que debía ser una élite quien
interpretara el interés general pisoteando la libertad individual, la justicia,
la igualdad de oportunidades y el pluralismo político, como pretende hacer
ahora el Gobierno con su cleptocrática interpretación del artículo 128 de la
Constitución. Como cualquier envidioso
criminal él en realidad no estaba en contra de la élite, de los zares, de la
casta… lo que quería era ocupar esos lugares sin oposición de nadie. Comenzó a
advertir las inconsistencias del marxismo y creo el llamado Marxismo Cultural. El mal según él,
estaba en la civilización occidental, en la religión católica, en la identidad nacional o incluso sexual.
Criticó la hegemonía o violencia simbólica que diría Bordieu,
para acto seguido querer ejercerla él en mayor grado, con su dictatorial
contracultura, pasar del prohibido
prohibir al prohibido no prohibir
cuando ocupara la élite imponiendo un pensamiento único. Inspiró a la Escuela
de Frankfurt, legitimadora intelectual del relativismo entendido
como la eliminación de todo lo que les
molestara. Las víctimas serán ahora las malas y los delincuentes los buenos, la
verdad y la realidad (sustituida por la propaganda) tan solo meras convenciones. Fundó el periódico
L´ordine Nuovo en 1919 (inspirador nombre para el nuevo orden mundial) junto a Angelo Tasca y Umberto Terracini, ya se sabe, los progresistas siempre cerca de las
tascas y de las terrazas, nunca del trabajo real.
El Cardenal de Magistris cuenta
cómo una monja lo vio arrepentirse antes de morir besando un niño Jesús, aunque
sus seguidores lo niegan alegando que solo pretendía girar la cabeza para
esquivar la fe. Al fin y al cabo la
mentira es un arma revolucionaria para su admirado Lenin.
Sus acólitos sostienen que sus 100
millones de muertos son sólo 100 millones de casos aislados. Si los pilláramos
disparando in fraganti dirían que solo había sido su mano a título particular, que
somos unos conspiranoicos, unos Capitanes
a posteriori, que no es el momento de criticarles (que es el momento de la
unidad, mientras siguen apuñalándonos por la espalda), que sembramos odio o
crispación, que somos nazis, aunque ellos sean nacional socialistas y nosotros
liberales, o simplemente lo censurarían gracias a sus medios de desinformación.
El Komisario del Gobierno (antiguo
periodista para mayor afrenta), no incluiría jamás nuestras preguntas en la
lotería de la corrección política.
Si introducen en Google: Marxismo cultural les informará el
aparato (nunca mejor dicho) que se trata de una Teoría conspirativa conservadora y de extrema derecha... pues va a
ser eso. ¡Mira que si el enano era de extrema derecha y no lo sabíamos!
Milagros del relativismo que todo lo puede, como Polanco (antiguo jefe del NODO)
gritando la noche del 23-F a su pupilo que dirigía el País: ¡Jamli... mañana
abrimos apoyando al que gane! Y él pensando ¿quién me mandaría meterme en esto?
El día de mañana seré académico de la lengua y me pediré la letra x porque digo
clítorix en vez de clítoris, porque silenciaré los crímenes
de míster x, porque todo lo que hacemos es tan obsceno. ... o porque en mi logia me
han dicho que la x es un antiguo símbolo de transformación, como la que ha
impuesto mi querido Gramsci para cargárselo todo por pura envidia.
La izquierda es la envidia travestida
de ideología política.
Carlos Luis Martín Navarro
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