DETECCION
PRECOZ DE PRODROMOS Y MANEJO DE SINTOMAS
Existen
datos muy sólidos, con estudios con una muestra suficiente, tratamientos
altamente estructurados y diseños caracterizados por una metodología muy
rigurosa apoyando la eficacia de la detección precoz de episodios. Quizás el
mejor estudio sobre intervención psicológica individual en trastornos bipolares
es el de Perry y colaboradores (1999); el tipo de intervención utilizando
comprendía un número variable de sesiones (entre siete y doce) en las que el
terapeuta (con un abordaje claramente psicoeducativo) ayudaba al paciente a
identificar cuáles eran sus señales de recaída más habituales. Los resultados
indican que los pacientes del grupo de tratamiento (N=34) tardaban más tiempo
en presentar una recaída maníaca y, al final del seguimiento, presentaban menos
recaídas maníacas que el grupo control (N=35). No parecía haber efecto alguno
de prevención de los episodios depresivos. Nuestro grupo (Colom y cols., 2003
a), en el marco de un programa psicoeducativo que explicaremos posteriormente,
llevó a cabo una intervención en grupo destinada a mejorar la identificación de
las señales de recaída. Los resultados, a los dos años de seguimiento eran
positivos para el grupo de tratamiento (N=60) comparados con el grupo control
de intervención no estructurada (N=60); los pacientes tratados presentaban un
número significativamente menor de episodios de manía/hipomanía, mixtos y
depresivos y una mayor duración de los períodos de eutimia previos a la primera
recaída tras el tratamiento psicológico. Dado que nuestra intervención no se
centraba únicamente en la detección de pródromos, sino que también abordaba
aspectos de cumplimiento y regularidad de hábitos, a partir de nuestros datos
no podemos afirmar de forma concluyente que la detección de pródromos sea
eficaz.
Para
afinar en este sentido y separar el peso de cada intervención diseñamos un
estudio similar al descrito utilizando como muestra una población de bipolares
con probado buen cumplimiento, para poder afirmar que, de existir alguna mejora
clínica tras el tratamiento, ésta no sería atribuible al mejora de la adhesión.
Los resultados (Colom y cols., 2003-b) fueron también positivos. Los 25
pacientes bipolares I incluidos en el grupo de tratamiento tuvieron un curso
significativamente mejor que los 25 pacientes bipolares I incluidos en el grupo
control, que recibían únicamente un tratamiento no estructurado. Dado que estos
pacientes eran todos buenos cumplidores, descartamos que dicha mejora estuviera
en relación con un cambio en los hábitos de adhesión: el factor que mejoraba el
curso de los pacientes tratados era, básicamente, su capacidad superior para
detectar las señales de recaída de forma precoz. Existen, por lo tanto, dos
estudios de alta calidad que demuestran la eficacia de intervención psicológica
en detección de pródromos (Perry y cols., 1999; Colom y cols., 2003-b) como
intervención exclusiva y uno (Colom y cols., 2003-a) que señala su eficacia
como parte de un programa más amplio de psicoeducación.
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